Foto: Sara Olivé |
"Como seres dubtantes y parlantes somos muy diferentes;
aunque siempre dudamos de las mismas cosas y parlamos más o menos igual. Pero
las formas de dudar y de parlar son diferentes en función de los tremendos
diferentes contextos sociohistóricos y culturales en que cada persona nos
desarrollamos. Y quiero detenerme aquí unos instantes.
No suelo hablar de individuos,
sino de personas. ¿Cómo es eso? ¿No
son lo mismo? No. El concepto de individuo me retrotrae a la idea de la Razón absoluta
propia de la Ilustración (y de la Modernidad sabihonda) o a la del Sentimiento
infinito propio del Romanticismo (y también de la Modernidad vulgar). Ahora ya
en la Postmodernidad global y posthumana somos un compendio de entrecruces; de
millones de trenzados sociales, raciales, de género, tecnológicos,
biopolíticos, literarios, imaginarios, culturales así, e históricos también,
claro. De todos esos entrecruces entrelazados, trenzados y siempre en movimiento
aparece por pura inferencia lingüística la sensación de individualización,
incluso la de subjetivación como proceso y la de subjetividad como cosa.
Es decir, yo soy porque digo que soy. Y diciéndolo corporalizo el imaginario de la individualidad y
todo lo que va asociado a ella: la personalidad, el carácter, la forma de ser y
todo lo demás. También mi mentalidad como humano. No hay ninguna evidencia estable
de que yo sea yo más que a través de
lo que creo que son mis sensaciones. Pero creer en algo es hablar de algo. Eso
es mucho; no le quito valor en un sentido práctico. Y, desde luego, hay una
fisicidad que importa (sobre todo cuando tomo el Transmilenium en Bogotá). O
sea que mi fisicidad (mi corporalidad) ocupa un lugar en el espacio. Imposible
negar esto. Pero ¿qué significado tiene mi ocupación del espacio? ¿Para mí y
para más personas? ¿Tiene el mismo sentido -significado así, si se quiere- el
cuerpo de Rosita en el Transmilenium, acostumbrada como está a usarlo, mientras
se ríe -sonríe- cariñosamente de mí viendo la cara de terror que se me pone al
sentirme aplastado por la multitud en un espacio tan pequeño?
Parece que dentro de todo lo que tenemos en común,
tenemos mucho también muy diverso. ¿Cómo se puede explicar, entonces, que
muchísimos psicólogos profesionales -y psiquiatras e, incluso, meditadores,
espiritualistas, vendedores de crecepelo[1] y otros predicadores- dediquen tremendos esfuerzos a
igualarnos predeterminándonos muchas veces desde teorías cognitivas, genéticas,
biologicistas, neuróticas (perdón, neuronales), sociales y también espirituales?
¿Cómo es que pasamos por la Academia -quienes pasamos; los vendedores de
crecepelo normalmente no- y salimos de ella armados de un potencial de guerra
tremendo para dominar a la Humanidad? ¿Quiénes somos, qué poder tenemos para
pretender cambiar la vida de los demás, así, sin más ni más; aun incluso siendo
que los demás nos lo pidan?
Permíteme dejar por ahora a predicadores y vendedores
de crecepelo -volveré sobre ellos- y centrarme en la psicología. A ver.
Reconozco que no sé definir la psicología. Dicen que
es el estudio de la mente humana, de la conducta, de la psique, de lo que
hacemos, decimos o pensamos. O de lo que decimos que hacemos o pensamos. En
fin, todas esas definiciones pueden cuadrar o no con parcelas de lo que entiendo
un poco que es la psicología. Durante capítulos anteriores he dedicado
bastantes líneas y esfuerzos a evocar lo que ha sido -y, por tanto, es- la
mentalidad humana a lo largo de algunos periodos más o menos históricos. He
intentado aclarar un poco lo que somos viendo cómo hemos sido. También a
esbozar algunos de los grandes asuntos
que ejercen influencia en nuestra mentalidad. Pero sigo sin saber qué es la psicología.
La verdad es que tampoco me importa demasiado. En general creo que nos
entendemos bastante bien cuando hablamos sobre esas cosas: mente, psique,
conducta y todo eso. Podríamos hablar también un poco sobre el espíritu humano.
En algún momento me he referido antes al espíritu
de la época. Paremos aquí otro poco otra vez".
[1] No estoy poniendo a todos en el mismo
cajón. Más tarde hablaré de todo esto. Pero permíteme ahora que escriba de este
modo, pues todos estos y más pretenden igualarnos, usando tecnologías
bio/espirituales, morales, teóricas y normativas-políticas con el fin único de
dominarnos.
Páginas 215 y 216
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