El próximo día 24, a las 8 de la tarde presentaremos el libro en Tenerife, concretamente en el Café Siete, calle Del Juego, 7, La Laguna.
Durante el breve acto informal nos acompañarán, entre otras/os amigas y amigos, las doctoras en Psicología y profesoras de la Universidad de La Laguna, Carmen Muñoz y Dolores García; y también la Doctora Harlene Anderson.
Permíteme, copiar algún párrafo del libro en el que me refiero a Harlene, concretamente en el apartado que titulo "
Especial Harlene Anderson: las prácticas colaborativas y dialógicas" (página 327).
"Harlene es
una persona peculiar. No fue hasta el 2012 que la conocí, durante un congreso
organizado por el Taos Institute y el Instituto Kanankil en Mérida, Yucatán,
México. Ya he comentado que quedo impresionado. Sabía de su obra -especialmente
del libro que ahora me sirve un poco como guía- gracias a Mary Gergen, quien me
lo recomendó por el 2004.
La
psicóloga publica en 1994, en el Journal
of Marital and Family Therapy: “Repensando
la Terapia Familiar: un balance delicado”. En el mismo reconoce que la
terapia familiar ha cumplido un sustancial e innegable papel en las profesiones
relacionadas con la salud mental en general. Pero propone ir más allá de la
misma:
Paradójicamente,
es esta concepción básica de la relación (... el cambio de ver el comportamiento
humano desde una perspectiva intrapsíquica a verlo en el contexto de los
sistemas humanos...) lo que mueve a la terapia familiar, para algunos, más allá
de la terapia familiar (p. 145).
Más tarde,
en 1997 Anderson publica el libro “Conversación,
lenguaje y posibilidades. Un enfoque posmoderno de la terapia”. En cierto
modo esto supone el inicio de un nuevo paradigma en psicoterapia: el
postmoderno, basado en la línea construccionista social de Kenneth J. Gergen y
el Taos Institute, constituido a principios de los años noventa y del que
Anderson es cofundadora. De alguna manera, el cambio de punto de vista se ve
casi forzado por la publicación de “El yo
saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo” (Gergen, 1991),
texto seminal y en torno a cuyas propuestas prácticamente se dan cita los
fundadores del citado Instituto[1].
Nuestra
autora -profundamente entrenada en técnicas de enfoque familiar y cofundadora
también junto a Harry Goolishian y presidenta del Houston Galveston Institute (antes Galveston Family Institute) en 1978- propone que es en el lenguaje
-en su uso- y en la conversación donde se dan tanto el trastorno psicológico
como su posible reconstrucción, ya que es mediante el lenguaje a través de lo
que se construye la realidad social -también la familiar-.
En esos
momentos la filosofía del lenguaje, el postmodernismo, el pos-estructuralismo,
el análisis del discurso, la etnometodología, la hermenéutica,… van inundando
poco a poco el mundo de la psicología social, la terapéutica, la del
desarrollo,… inspirados en las propuestas teóricas y prácticas de diversos autores
y también de diversas disciplinas que Anderson revisa en la primera parte de su
libro.
(...)
Definir
las premisas filosóficas de Harlene Anderson tiene su complicación.
Efectivamente, no es posible hablar de una filosofía más o menos estructurada
al estilo de los antiguos griegos o de los pensadores de la Ilustración –con
sus discusiones en torno al racionalismo y el empirismo- o los más contemporáneos
del existencialismo, el positivismo, el estructuralismo o incluso, aunque esto
sería discutible, del post-estructuralismo. Eso no quiere decir que esas
premisas no se sustenten en unas bases teóricas ciertamente sólidas, aunque
sujetas a cambio y revisión. Esas bases aparecen constantemente en el libro
fundamental de la norteamericana danzando entre el sustento teórico –y crítico-
y la práctica cotidiana. Diferentes revisores de su obra estarán seguro de
acuerdo en algunas de ellas; pero pondrán el acento en otras. Al final, se
trata de un trabajo de adopción.
(...)
Harlene
insiste en que los significados de nuestro interlocutor no tienen por qué ser
iguales que los nuestros. Ni mejores ni peores. La famosa postura del no-saber no implica una ignorancia de
nuestros propios supuestos, sino una valoración de los del otro para, juntas, generar
una nueva mirada que posibilite, no que cierre.
Y eso es
acción relacional. No hay ningún sentido en algo que no actúe y que no se
relacione. Sin sentido no hay significado. Y el sentido puede ser muy amplio.
Puede ser científico, racional y positivista. Pero también puede ser creativo y
poético sin, por ello, dejar de ser real
y racional.
Y es esa
poética y creatividad la que facilita que el actor psicosocial postmoderno huya
de manuales al estilo del DSM y actúe más como un facilitador de procesos
compartidos que puedan promover la emergencia de nuevas formas de vida quizá
más funcionales para la persona que sufre, para la organización que se ha
desorganizado, para el aprendiz que no aprende, para el investigador que no
adelanta en sus pesquisas, para la persona en riesgo de exclusión social o para
la comunidad en conflicto constante".
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El autor con Harlene y Sara Olivé en Barcelona. Octubre, 2014 |